La Electrólisis Percutánea Intratisular (EPI®), ¿un tratamiento conveniente?
Cuando hablamos de una técnica fisioterapéutica que permite recuperarnos rápidamente de una lesión o un esguince, que no amerita ningún tipo de intervención quirúrgica, y que es perfectamente adaptable a las necesidades de cada individuo, quizás piensen que estamos tomándoles el pelo o haciendo una publicidad engañosa.
Pero no, esas son las características principales que posee la Electrólisis Percutánea Intratisular (también conocida como EPI®), o al menos esto promete cumplir esta novedosa y algo invasiva técnica de fisioterapia, que gana adeptos a diestra y siniestra, especialmente en los deportistas de alto rendimiento. Antes de ponernos manos a la obra y diseccionar todas las posibles ventajas y desventajas de este tratamiento, empecemos por lo más básico: explicar qué es.
¿Qué es la Electrólisis Percutánea Intratisular (EPI®)?
Si eres de aquellas personas que les tiene fobia a las agujas, mejor toma un respiro profundo antes de leer esto. La Electrólisis Percutánea Intratisular es un tratamiento de alta tecnología en el campo de la fisioterapia y la recuperación física. Este procedimiento es una creación del fisioterapeuta español José Manuel Sánchez, especialista en el área de la rehabilitación tisular y el tratamiento de anomalías tendinosas.
Consiste, a grandes rasgos, en tomar una aguja de acupuntura e insertarla en el sitio de la dolencia o lesión que va a ser tratada. Posteriormente se le transmite a esta aguja una corriente eléctrica de tipo galvánico, lo que se traduce en dos beneficios inmediatos: eliminación del tejido perjudicado, y estimulación de la piel para crear un proceso inflamatorio. Este proceso inflamatorio contribuye a que nuestro organismo genere una mayor cantidad de colágeno, lo que reduce de manera notoria los tiempos de recuperación necesarios para el individuo.
Suena como un proceso invasivo y algo peligroso (aunque en realidad no lo sea), por lo que es conveniente detallar exactamente cómo se aplica la EPI, paso por paso, para despejar las dudas de los más escépticos y los más temerosos.
¿Cómo se aplica la Electrólisis Percutánea Intratisular (EPI®)?
Para comenzar, se debe aclarar que la EPI es un procedimiento que debe ser aplicado estrictamente por profesionales de la fisioterapia, expertos en la materia. De lo contrario, se corre el riesgo de agravar la situación en lugar de conseguir la tan ansiada mejoría.
Paso 1. Localización del problema:
Para que el especialista pueda detectar correctamente el área afectada y determinar el punto exacto donde se va a introducir la aguja de acupuntura, se emplean aparatos de ecografía junto con la técnica de examinación más antigua de todas, la palpación. Por esto se dice que la EPI es un proceso ecoguiado, ya que el seguimiento mediante el aparato de ecografía se mantiene desde el mero inicio hasta el final de la intervención.
El hecho de que la electrólisis se realice de forma ecoguiada es una garantía de éxito, ya que como afirman los profesionales, todos los procedimientos que usan esta técnica tienen una mayor exactitud, un menor porcentaje de riesgo, y ofrecen un mejor resultado final.
Paso 2. Inserción de la aguja:
Luego de que está milimétricamente ubicado el punto a tratar, se procede a la fase clave del tratamiento, la inserción de la aguja de acupuntura y la aplicación de corriente terapéutica. Esta aguja está conectada a un aparato que emite corriente de tipo galvánico, y de ahí se transfiere la misma al interior del organismo.
Tomando como base el tipo de dolencia a ser tratada y la gravedad de ella, el fisioterapeuta encargado del tratamiento define entonces la duración de la descarga y su intensidad. Esto evidencia el carácter personalizado y exclusivo de la EPI, ya que cada paciente recibe una terapia confeccionada a la medida de sus necesidades.
Paso 3. Restauración de los tejidos:
Es aquí donde la magia de la EPI comienza a aparecer. Las descargas de corriente galvánica comienzan a destruir todo el tejido fibrótico dañado que exista en el área tratada, y este excedente luego se metaboliza en su totalidad a través de la fagocitosis. Vale mencionar que durante esta purificación de los tejidos, el organismo sintetiza el colágeno tipo III a colágeno tipo I, gracias a un proceso electrolítico.
Como se menciona anteriormente, el otro efecto que tiene la transmisión de corriente galvánica es la inflamación de los tejidos tratados. Por ende, una vez culminada la etapa más invasiva de la EPI, el especialista procede (de forma manual y con ejercicios excéntricos) a distribuir correctamente toda la nueva “camada” de colágeno que se origina en el área afectada. Esto deriva en la regeneración idónea del tejido, ya que se reemplaza el anterior por fibra nueva.
Uno de los beneficios que tiene esta forma de tratamiento es que se realiza de forma local, directamente sobre la zona afectada, por lo que se concentra su efectividad a la misma vez que no se pone en un riesgo innecesario al resto del organismo.
¿Quiénes pueden beneficiarse de la EPI®?
Existe un abanico bastante amplio de patologías y lesiones que pueden beneficiarse de la Electrólisis Percutánea Intratisular, pero la misma está especialmente recomendada para lesiones musculares y lesiones relacionadas a los tendones, tal es el caso de las tendinopatías crónicas (tendinitis y tendinosis rotuliana, aquilea, isquiotibiales, pubalgias, epicondilitis, supraespinoso-manguito rotador).
De hecho, los especialistas indican que el porcentaje de efectividad de la EPI aplicada a patologías del tendón puede rondar el 85%, y en este mismo orden de ideas, se tiene que la EPI es una técnica “milagrosa” para quienes corren el riesgo de pasar por el quirófano para solventar sus problemas en los tendones. Este procedimiento brinda resultados idóneos con una invasión mínima para el paciente, sin duda mucho menor de la que puede encontrarse en una intervención quirúrgica.
También es una terapia altamente efectiva a la hora de tratar fascitis plantares, periostitis tibial, fibrosis (roturas musculares tanto agudas como crónicas), esguinces crónicos de los tobillos, esguinces del ligamento lateral interno de la rodilla, síndrome del túnel del carpo y síndrome del túnel del tarso.
Uno de los grandes atractivos que posee la electrólisis percutánea intratisular a los pacientes es el efecto inmediato. Tan pronto la aguja comienza a transmitir la corriente galvánica, el tejido dañado comienza a destruirse y las nuevas fibras empiezan a formarse en el “vacío” que dejó el anterior tejido.
Además, es una terapia avalada por sus resultados: la EPI ofrece unas mayores tasas de efectividad que aquellas presentadas por otras alternativas como tratamientos de ultrasonido, de ondas de choque o de láser, e inclusive supera los efectos positivos de los medicamentos y demás fármacos.
¿Quiénes NO deben someterse a tratamientos de EPI®?
En el lado opuesto están aquellos pacientes para los que la EPI es un riesgo y no una bendición. En este apartado podemos encontrar a los niños (pacientes pediátricos), individuos con alteraciones neurológicas o neurovegetativas, quienes sufran de trastornos de la sensibilidad, pacientes con úlceras en el cutis u otras infecciones en la dermis, pacientes que atraviesan procesos oncológicos o tumorales, individuos que porten marcapasos, y quienes sufren de artritis infecciosas.
¿Cuánta EPI® se necesita?
Como podrán suponer, todo va a depender de la lesión que presente la persona y la gravedad que revista la misma. Se tiene como duración promedio las cuatro sesiones, distribuidas una por semana, siempre acompañando a cada sesión con trabajo físico que potencie la recuperación del paciente. Los precios por cada una de las sesiones suelen oscilar entre los 50 y los 100 euros.